viernes, 22 de noviembre de 2024

Todas las personas somos importantes


Un capitán de barco y su jefe de ingenieros estaban un día hablando y empezaron a discutir sobre cuál de los dos era más importante para que el barco navegara. Como la conversación se tornó acalorada, el capitán decidió que por un día cambiarían de trabajo: el jefe de ingenieros estaría en el puente de mando y el capitán en la sala de máquinas. De esta manera, comprobarían en primera persona quién de los dos era más imprescindible.

A sólo unas pocas horas de haber iniciado el experimento, el capitán salió medio ahogado de la sala de máquinas. Estaba completamente sudado y sus manos, su cara y su uniforme, llenos de grasa y aceite. Corriendo, subió al puente de mando y dijo gritando: «¡Jefe! Creo que tiene que venir rápidamente a la sala de máquinas. No puedo hacer que los motores anden». «Por supuesto que no puede, acabo de encallar el barco», le respondió el jefe de ingenieros con cara de circunstancia.


La soberbia asoma cuando creemos que somos únicos e imprescindibles y que el mundo depende de nosotros. En la vida estamos rodeados de personas y cada una tiene un papel que desarrollar. Tomemos conciencia de que todos somos importantes y nos necesitamos unos a otros para funcionar.

miércoles, 30 de enero de 2019

El efecto 99



Esta era una vez un rey que estaba en busca de la felicidad ya que aun cuando tenía todos los placeres a su alcance debido a su inmensa riqueza, siempre se sentía vacio y nunca estaba satisfecho con lo que poseía. Tal era su infelicidad que admiraba a uno de sus sirvientes más pobres, que sin importar su condición económica, irradiaba dicha y gozo sincero por la vida.Motivado por lo anterior, fue con el sabio del reino a solicitar su consejo y le pregunto: ¿Cómo es posible que uno de mis sirvientes, aun siendo pobre sea más feliz que yo, el gran rey?
El sabio hizo una pausa y le contesto: Para poder explicarte la razón de tu infelicidad y de casi todos los hombres, necesito que comprendas EL EFECTO 99.
¿Y qué significa eso? pregunto el rey. Para que lo puedas comprender necesito que consigas un costal con 99 monedas de oro. Ya que lo hayas conseguido ven y podré explicarte.El Rey ni tardo ni perezoso fue de inmediato a conseguir lo que el sabio le había pedido y regreso con el. El sabio le dijo que lo que seguía para poder comprender EL EFECTO 99 era que siguieran a escondidas al sirviente hasta su casa, cosa que hicieron esa misma noche.
Cuando el sirviente entro a su casa, el sabio puso el costal con las 99 monedas en la entrada de su casa, toco a la puerta y corrió a ocultarse junto con el rey.
Cuando el sirviente salió, vio el costal, lo recogió y se metió de nuevo a su hogar.El sabio y el rey prosiguieron a espiarlo desde la ventana.
Cuando abrió el costal, el sirviente quedo asombrado con su contenido, estaba encantado y sin perder tiempo comenzó a contar todas las monedas. Cuando terminó el conteo, se rascó intrigado la cabeza y comenzó de nuevo el conteo ya que el suponía que le hacía falta una moneda para completar las 100.
Al terminar el segundo recuento el sirviente se desespero y comenzó a buscar debajo de la mesa sin rastro alguno de esa moneda perdida, por lo que comenzó a angustiarse.
Fue entonces cuando el sabio le dijo al Rey: Te das cuenta, eso es justamente a lo que me refería con el efecto 99. El sirviente, al igual que tu, han dejado de valorar la mayoría de sus bendiciones para enfocarse en los pequeños detalles que “creen” les hacen falta. En ello radica la infelicidad del ser humano.

La mujer y el león


En una aldea en Etiopía, un hombre y una mujer viudos decidieron formar juntos una nueva familia. Sin embargo, había un problema, él tenía una hija de corta edad que no había superado aún la muerte de su madre. Ella intentó ganarse su cariño, pero pasada la primera semana, la pequeña ni siquiera le dirigía la palabra. La mujer, impotente, decidió ir a un hechicero. «¿Qué puedo hacer para que la niña me acepte?», le preguntó. Y éste respondió: «Me has de traer tres pelos del bigote de un león». Ella salió preocupada, preguntándose cómo le podía sacar tres pelos al fiero animal sin que éste la devorara.
Al ver un león, guardó distancia y lo observó desde lejos durante un rato. Pasado un tiempo, se acercó, le dejó un trozo de carne y se volvió a alejar. Repitió esta acción durante días y el animal se acostumbró a la presencia de la mujer. Hasta que un día, ésta pudo quitarle los tres pelos sin problemas cuando el león dormía. Enseguida fue a llevarlos al hechicero. De camino, se dio cuenta de que ya sabía cómo conseguir el cariño de la pequeña: teniendo paciencia. Como había hecho con el león, debía acercarse poco a poco a ella, respetando su actitud y su territorio, esperando fielmente. Es bien cierto que con paciencia es más fácil acabar conquistando el corazón de las personas.

El avaro y el oro


Un avaro vendió todo lo que tenía de más y compró una pieza de oro, la cual enterró en la tierra a la orilla de una vieja pared y todos los días iba a mirar el sitio. 
Uno de sus vecinos observó sus frecuentes visitas al lugar y decidió averiguar que pasaba. Pronto descubrió lo del tesoro escondido, y cavando, tomó la pieza de oro, robándosela. 
El avaro, a su siguiente visita encontró el hueco vacío y jalándose sus cabellos se lamentaba amargamente. 
Entonces otro vecino, enterándose del motivo de su queja, lo consoló diciéndole: 
-Da gracias de que el asunto no es tan grave. Ve y trae una piedra y colócala en el hueco. Imagínate entonces que el oro aún está allí. Para ti será lo mismo que aquello sea o no sea oro, ya que de por sí no harías nunca ningún uso de él.
“Valora las cosas por lo que sirven, no por lo que aparentan”.

lunes, 28 de mayo de 2018

El roble y la hiedra


Un hombre edificó su casa. Y la embelleció con un jardín interno. En el centro plantó un roble. Y el roble creció lentamente. Día a día echaba raíces y fortalecía su tallo, para convertirlo en tronco, capaz de resistir los vientos y las tormentas.
Junto a la pared de su casa plantó una hiedra y la hiedra comenzó a levantarse velozmente. Todos los días extendía sus tentáculos llenos de ventosas, y se iba alzando adherida a la pared.
Al cabo de un tiempo la hiedra caminaba sobre los tejados. El roble crecía silenciosa y lentamente.
- ”¿Cómo estás, amigo roble?”, preguntó una mañana la hiedra.
- ”Bien, mi amiga”, contestó el roble.
- “Eso dices porque nunca llegaste hasta esta altura”, agregó la hiedra con mucha ironía. “Desde aquí se ve todo tan distinto. A veces me da pena verte siempre allá en el fondo del patio”.
- “No te burles, amiga", respondió muy humilde el roble. “Recuerda que lo importante no es crecer deprisa, sino con firmeza”.
Entonces la hiedra lanzó una carcajada burlona.
Y el tiempo siguió su marcha.
El roble creció con su ritmo firme y lento.
Las paredes de la casa envejecieron.
Una fuerte tormenta sacudió con un ciclón la casa y su jardín. Fue una noche terrible.
El roble se aferró con sus raíces para mantenerse erguido. La hiedra se aferró con sus ventosas al viejo muro para no ser derribada. La lucha fue dura y prolongada.
Al amanecer, el dueño de la casa recorrió su jardín, y vio que la hiedra había sido desprendida de la pared, y estaba enredada sobre sí misma, en el suelo, al pie del roble. Y el hombre arrancó la hiedra, y la quemó.
Mientras tanto el roble reflexionaba:
- " Es mejor crecer sobre raíces propias y crear un tronco fuerte, que ganar altura con rapidez, colgados de la seguridad de otros. "

El león y sus consejeros


El león que no se había distinguido por su buen carácter, tenía el día cruzado-. Iba paseando por la selva en busca de comida cuando se cruzó con una mofeta pendenciera, que se preciaba de no haber perdido ni una sola pelea con cualquier animal, por peligroso que fuese.

  Tras intercambiar dos o tres frases, el león y la mofeta perdieron los estribos y se enzarzaron en una disputa.


  El felino levantó su enorme zarpa y, a punto estaba de asestar un fatal golpe a su presa, cuando la mofeta lo roció con su fétido líquido. El león huyó con el rabo entre las patas y mas airado que nunca.



  Tras pasar varios días vagabundeando por la selva para ver si aquel insoportable olor desaparecía, decidió pedir consejo a sus tres animales de confianza.


  " Amigo oso, ¿ crees que huelo mal ?".
   Sospechando que esperaba una respuesta sincera, le dijo : " Hueles realmente mal ".Y el rey de la jungla lo degolló.


   LLegó el turno del lobo quien, creyendo saber lo que deseaba oír el león, susurró . " Oléis a rosas". El león no soportó semejante engaño y se zampó al lobo.


  Sólo quedada consultar al zorro que, sabiendo lo sucedido, se excusó : " Estoy tan resfriado que no puedo oler nada ". 


  Sabia decisión, pues cuando es peligroso hablar, lo mejor es callar.

LOS TRES CABELLOS


Una historia sencilla que nos muestra que la actitud es todo en la vida. Tal vez no sea tan simple llevarla a la pràctica, pero vale la pena intentarlo.

Una mujer muy sabia se despertò una mañana, se mirò al espejo, y notò que tenía solamente tres cabellos en su cabeza.
’Hmmm’ -pensò-, ’Creo que hoy me voy a hacer una trenza’.
Asì lo hizo y pasò un dìa maravilloso.

Al dìa siguiente, se despertò, se mirò al espejo, y vio que tenìa solamente dos cabellos en su cabeza.
’Humm’ -dijo-, ’Creo que hoy me peinarè de raya en medio’.
Asì lo hizo y pasò un dìa grandioso.

El siguiente dìa cuando despertò, se mirò al espejo, y notò que solamente le quedaba un cabello en su cabeza.
’Bueno’ -ella dijo-, ’ahora me voy a hacer una cola de caballo’.
Asì lo hizo y tuvo un dìa muy, pero muy divertido.

A la mañana siguiente cuando despertò, corriò al espejo y enseguida notò que no le quedaba un solo cabello en la cabeza.
’Que Bien!’ -exclamò-.
’Hoy no voy a tener que peinarme!’.
 
LA ACTITUD ES TODO.

Nuestra clase de vida no està determinada por què nos sucede, sino por nuestra reacciòn a lo que nos sucede.

La vida no es esperar a que la tormenta pase...
Es aprender a bailar bajo la lluvia.