Érase una vez una tortuga charlatana. Era muy amiga de dos patos, que la conocían por ser demasiado habladora, casi pesada. A la hora de despedirse, los patos le dijeron a la tortuga:
- ¿Por qué no nos acompañas?
- Pero, ¿cómo podré llegar allí sin perder vuestra pista? Yo no tengo alas y no puedo seguiros.
- Eso no es un problema. Agarra un palo con la boca y cogeremos ambos extremos, alzaremos el vuelo y te llevaremos con nosotros. Eso sí, no podrás hablar en todo el trayecto porque te caerías. ¿Serías capaz de eso?
- ¡Pues claro que sí! - exclamó muy molesta, ofendida por la duda.
Así lo hicieron. Ante aquel espectáculo, la gente comenzó a mirarlos y a gritarles. La tortuga no pudo contener su opinión y replicó:
- Si mis amigos desean llevarme con ellos, ¿qué os importa a nosotros?
Apenas había empezado a hablar cuando, al abrir la boca, se soltó del palo y cayó en picado hasta el suelo. Y es que la charlatanería nos puede costar la vida. Al igual que en el dicho "por la boca muere el pez". En este caso, la tortuga.
- ¿Por qué no nos acompañas?
- Pero, ¿cómo podré llegar allí sin perder vuestra pista? Yo no tengo alas y no puedo seguiros.
- Eso no es un problema. Agarra un palo con la boca y cogeremos ambos extremos, alzaremos el vuelo y te llevaremos con nosotros. Eso sí, no podrás hablar en todo el trayecto porque te caerías. ¿Serías capaz de eso?
- ¡Pues claro que sí! - exclamó muy molesta, ofendida por la duda.
Así lo hicieron. Ante aquel espectáculo, la gente comenzó a mirarlos y a gritarles. La tortuga no pudo contener su opinión y replicó:
- Si mis amigos desean llevarme con ellos, ¿qué os importa a nosotros?
Apenas había empezado a hablar cuando, al abrir la boca, se soltó del palo y cayó en picado hasta el suelo. Y es que la charlatanería nos puede costar la vida. Al igual que en el dicho "por la boca muere el pez". En este caso, la tortuga.