Dos ranas saltaron dentro de un cubo de nata en una lechería.
-Más vale que nos demos por vencidas –croó una de ellas mientras se esforzaba en vano por salir. Estamos perdidas.
-Sigue nadando –dijo la otra. Saldremos de alguna manera.
-Es inútil –chilló la primera. Es demasiado espeso para nadar, demasiado blando para saltar y demasiado resbaladizo para arrastrarse. Como de todas maneras hemos de morir algún día, mejor que sea esta noche.
Así que dejó de nadar y pereció ahogada.
Su amiga siguió nadando y nadando sin rendirse. Y al amanecer se encontró sobre un bloque de mantequilla que ella misma había batido. Y allí estaba, sonriente, comiéndose las moscas que acudían en bandadas de todas las direcciones.
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