martes, 24 de febrero de 2015

La ceguera del triunfo


El león estaba tranquilamente dormitando bajo uno de los pocos árboles que quedaban en la sabana cuando cuando un insolente mosquito interrumpió su siesta. El insecto quería retarle a un enfrentamiento y el felino, cada vez más enfadado, aceptó para quitárselo de encima cuanto antes.
El mosquito no le dejó ni reaccionar y empezó a picarle sin parar, ahora en la cola, ahora en las orejas, ahora en el morro...
Por su parte, el león sacaba toda su fiereza en cada zarpazo intentando espantar al endiablado insecto, aplastarlo contra el suelo o atraparlo, por fin entre sus fauces.
Pero todos los esfuerzos del rey de la jungla fueron en vano, porque su cuerpo acabó hinchado como una bota por el veneno de las numerosas picaduras. Aturdido y avergonzado, aceptó su derrota mientras el voraz mosquito, henchido de orgullo y de sangre haciendo alarde poco disimulado de su victoria, se alejó del lugar bajo los efectos de la ceguera del triunfo.
Como estaba en una nube, el insecto se descuidó y, sin darse cuenta, cayó en una gran  telaraña. La araña, al verlo, se relamió de placer con el festín que se iba a dar. Y, es que en la vida, los grandes éxitos no deben hacernos perder de vista lo fácil que podemos perder todo por un pequeño error.

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