martes, 13 de octubre de 2015

Los ciegos y el elefante

                                    

Un día seis sabios quisieron saber qué era un elefante. Como eran ciegos, decidieron hacerlo mediante el tacto.
El primero en llegar junto al elefante chocó contra su ancho y duro lomo y dijo: “No cabe duda, el elefante es como una pared”.
El segundo, palpando el colmillo, gritó: “Esto es tan agudo, redondo y liso que el elefante es como una lanza”.
El tercero tocó la trompa retorcida y gritó: “¡Dios me libre! El elefante es como una serpiente”. El cuarto extendió su mano hasta la rodilla, palpó en torno y dijo: “Está claro, el elefante, es como una columna”.
El quinto, que casualmente tocó una oreja, exclamó: “Aun el más ciego de los hombres se daría cuenta de que el elefante es como un abanico”.
El sexto, quien tocó la oscilante cola apuntó: “El elefante es muy parecido a una soga”.
Y así, los sabios discutieron largo y tendido, cada uno excesivamente terco en su propia opinión y, aunque parcialmente en lo cierto, todos estaban equivocados.

El plebeyo y los 100 dias

                         


Hace mucho tiempo una bella princesa estaba buscando consorte "Esposo" (eran las leyes del reino y ella tenia que cumplir).
Aristócratas, adinerados duques en fin gente con mucho dinero y poder habían llegado de todas partes del mundo para ofrecer sus maravillosos regalos entre los que se encontraban: joyas, tierras, ejércitos, tronos, etc conformando así los obsequios para conquistar a tan especial criatura.


Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo que no tenia mas riqueza que amor y perseverancia, cuando le llego el momento de hablar le dijo: "Princesa te he amado toda la vida y como soy un hombre pobre no tengo dinero para darte, te ofrezco mi sacrificio como prueba de Amor, estaré 100 días sentados bajo tu ventana sin mas alimento que la lluvia y sin mas ropas que las que llevo puesta, ese es mi dote".
La princesa conmovida por tal gesto de amor decidió aceptar "Estaba bien" -dijo- "tendrás tu oportunidad, si pasas la prueba nos casaremos".

Y así pasaron las horas, los días; el pretendiente estuvo sentado soportando los vientos, la nieve y las noches heladas, sin pestañear siquiera con la vista fija en el bacón de su amada; el valiente vasallo siguió firme en su empeño sin desfallecer si quiera un momento; de ves en cuando la cortina real dejaba traslucir la esbelta figura de la princesa, la cual con un noble gesto y una sonrisa abromaba la faena.
Todo iba a las mil maravillas incluso algunos optimistas habían comenzado a planear los festejos.
Pero al llegar el día 99....
Los pobladores de la zona habían saldo a animar al próximo monarca todo era alegría y jolgor, hasta que de pronto cuando faltaba aproximadamente 1 hora para cumplirse el plazo, ante la mirada atónita de los asistentes y la perplejidad de la infanta, el joven se levanto y sin dar explicación alguna se alejo lentamente del lugar.
Unas semanas después mientras deambulaba por un solitario camino un niño de la comarca lo alcanzó y le preguntó a quema ropa: "¿Que fue lo que te ocurrió? estabas a un paso de cumplir la meta, ¿porque perdiste esa oportunidad?, ¿porque te retiraste?, con profunda consternación y algunas lagrimas mal disimuladas contesto con voz baja, "es que no me honro ni un día de sufrimiento, ni si quiera una hora, no merecía mi amor".

Los dos amigos y el oso

                                     

Dos amigos iban juntos por un camino cuando vieron surgir un oso enorme que lanzaba terribles rugidos.
-¡Socorro! -gritaron.
El más delgaducho no tardó en hallar refugio en la copa de un árbol pero su amigo, demasiado gordo, no pudo hacer lo mismo.
-¡Dame la mano y súbeme! -le suplicó.
-¡No puedo! -replicó el más flaco mientras subía cada vez más alto-. Si ayudo a alguien tan gordo como tú, corro el riesgo de caerme... ¡y no quiero que el oso me devore!
La temible fiera ganaba terreno. Sus fauces, de las que salían gruñidos terribles, se acercaban peligrosamente al hombrecillo más gordo.  De pronto, éste se dejó caer al suelo.
"He oído decir que un oso nunca ataca a un cadáver", se dijo el viajero, caído en tierra. "Voy  a hacerme el muerto".
Inmóvil, se hizo el muerto, en tanto que el oso le olfateaba con su enorme hocico. Después  el animal se marchó, convencido de que el hombre estaba realmente muerto. Cuando el oso se hubo ido, el otro viajero bajó al suelo y dijo a su amigo:
-¡Has tenido suerte! ¡Te has librado por los pelos! Me pregunto por qué se habrá marchado el oso. Incluso me ha parecido que te susurraba algo al oído -continuó -. ¿Qué te hadicho?
-El oso me ha recomendado que no vuelva a viajar, de ahora en adelante, con alguien que sólo piensa en sí mismo y que no te presta ayuda cuando tu vida está en peligro. Es en los momentos difíciles cuando se reconoce a los verdaderos amigos.
Y con estas palabras, el hombre regordete siguió su camino solo. 

El niño que habló con los peces

                                 El niño que habló con los peces
Lucas era un niño al que le encantaba jugar con el agua. Mejor dicho: le gustaba desperdiciarla. Cada día se olvidaba de cerrar los grifos, se pasaba mucho rato en la ducha, lanzaba a la calle globos llenos de agua... El hada Aqua se percató de todo esto y decidió convertir a Lucas en pez mientras dormía y dejarlo en un lago, cerca de su casa. Cuando el niño se despertó, le invadió un miedo enorme. ¡Estaba rodeado de agua! Delante suyo vio un banco de peces que discutían acerca de su nivel. Lucas se acercó a ellos. Los peces le miraron con expresión de profundo enfado porque sabían que era el responsable de que el lago estuviera quedándose sin agua. Entre todos lo llevaron hasta un lugar en el que sólo quedaban unos centímetros y le hicieron ver que allí ya no podía vivir ningún pez, y que, de seguir así, pronto, la situación de todo el lago sería igual. Lucas comprendió que lo que hacía en su casa repercutía en la vida de los peces, y que muchas de nuestras acciones tienen consecuencias en el medio ambiente, algo que nunca había pensado. Entonces, rogó volver a ser humano y prometió que cuidaría el agua como un bien precioso y escaso. El hada le hizo regresar y Lucas creó un grupo para proteger el lago y concienciar a la gente de la importancia de este líquido elemento.

El viejo y sabio perro cazador

                           El viejo y sabio perro cazador
Hace mucho, mucho tiempo, en un pueblo de montaña vivía un perro de caza, cuya avanzada edad le había hecho perder gran parte de las facultades que, en su juventud, hicieron de él el mejor can de la región. Un día, en una cacería, se topó con un hermoso jabalí al que quiso atrapar para su dueño. Puso todo su empeño y logró morderle una oreja, pero como su boca ya no era la que fue, el animal se escapó. Al oír el escándalo, su amo corrió hacia el lugar encontrando únicamente a su viejo perro. Enfadado porque había dejado escapar la pieza, comenzó a regañarle. El pobre can, sintiendo que no se merecía aquel trato, le dijo: «Querido amo, no creas que he dejado escapar ese hermoso jabalí por gusto. He intentado retenerlo igual que hacía cuando era joven, pero por mucho que los dos lo deseemos, mis facultades no volverán a ser las mismas. Así que, en lugar de enfadarte conmigo porque me he hecho viejo, alégrate por todos esos años en los que te ayudaba sin descanso». 
El cazador se quedó callado. Pensó cuánta razón tenía el animal, qué importante era respetarle ahora que era mayor y cuidarlo con más cariño que nunca, pues aunque no podía realizar grandes proezas, le había entregado sus mejores años para que él y su familia tuvieran una vida más feliz.

viernes, 20 de marzo de 2015

El violinista victorioso



En una época no muy lejana, vivió un violinista llamado Paganini. Muchos creían que era un artista sobrenatural y que tenía un don especial para el violín. Una noche,  tras recibir una ovación delirante, empezó a tocar. Lo que siguió fue indescriptible porque todas las notas que nacían del movimiento de sus dedos dibujaban una melodía perfecta y preciosa en el aire. De repente, un sonido extraño acabó con el encantamiento: se había roto una cuerda del violín. El director y la orquesta se detuvieron y el público dejó de respirar. El intérprete siguió tocando como si nada hubiera ocurrido y todo recuperó la normalidad. Pero otro ruido hizo enmudecer a la sala. A Paganini se le había partido otra cuerda sin embargo, continuó con la pieza, sacando deliciosos sonidos del instrumento. En medio del concierto, una tercera cuerda saltó por los aires. El director se quedó pálido y Paganini, como un contorsionista musical, arrancó todos los sonidos posibles de la única cuerda que le quedaba. Espectadores y músicos se pusieron en pie y empezaron a gritar, aplaudir e, incluso, a llorar de emoción.
Aquella noche, Paganini alcanzó la gloria y el mayor de los triunfos, porque a lo largo de su vida había aprendido que la victoria es el arte de continuar donde todos resuelven parar.

La pequeña granja y la vaca (Pablo Coelho)



Un filósofo paseaba por un bosque con un discípulo conversando sobre la importancia de los encuentros inesperados. Según el maestro, todo lo que está delante de nosotros nos ofrece una oportunidad de aprender o enseñar.
En este momento cruzaban el portal de una granja que, aunque muy bien situada en un hermoso paraje, tenía una apariencia miserable.
Llamaron a la puerta y fueron recibidos por los moradores: un matrimonio y tres hijos, con las ropas sucias y rotas.
- Usted está en medio de este bosque y no hay ningún comercio en los alrededores- dijo el maestro al padre de familia - ¿Cómo sobreviven aquí? - Y el hombre, calmadamente respondió: - Amigo mío, tenemos una vaquita que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte de ese producto la vendemos o la cambiamos en la ciudad vecina por otros tipos de alimento: con la otra parte producimos queso, cuajada y mantequilla para nuestro consumo. Y así vamos sobreviviendo -
El filósofo agradeció la información, contempló el lugar durante algunos instantes y se marchó, En mitad del camino dijo al discípulo:
- Busca esa vaca, llévala hasta ese precipicio que tenemos enfrente y tírala abajo. - 
- ¡Pero si es el único medio de sustento de aquella familia! -

El filósofo permaneció mudo. Sin otra alternativa, el muchacho hizo lo que le habían ordenado y la vaca murió en la caída.
La escena quedó grabada en su memoria. Pasados muchos años, cuando ya era un exitoso empresario, decidió volver al mismo lugar, confesar todo a la familia, pedirles perdón y ayudarlos financieramente.
Cuál no fue su sorpresa al ver el lugar transformado en una bella finca, con árboles floridos, coche en el porche y algunos niños jugando en el jardín. Se desesperó al pensar que aquella humilde familia había tenido que vender la propiedad para sobrevivir. Apresuró el paso y fue recibido por un casero muy simpático.
¿A dónde fue la familia que vivía aquí hace diez años?. Preguntó. Continúan siendo los dueños, fue la respuesta. Asombrado, entró corriendo en la casa, y el propietario lo reconoció. Le preguntó cómo estaba el filósofo, pero el joven estaba ansioso por saber cómo había conseguido mejorar la granja y situarse tan bien en la vida:
Bien, nosotros teníamos una vaca, pero se cayó al precipicio y murió, dijo el hombre. Entonces, para mantener a mi familia, tuve que plantar verduras y legumbres. Las plantas tardaban en crecer, así que comencé a cortar madera para su venta. Al hacer esto, tuve que replantar los árboles, y necesité comprar semilla. Al comprarlas, me acordé de las ropas de mis hijos y pensé que tal vez podía cultivar algodón. Pasé un año difícil, pero cuando la cosecha llegó, yo ya estaba exportando legumbres, algodón, y hierbas aromáticas. Nunca me había dado cuenta de todo mi potencial aquí.
¡Fue una suerte que aquella vaca muriera!

EL caballo y el asno


Un hombre tenía un caballo y un asno.
Un día que ambos iban camino a la ciudad, el asno, sintiéndose cansado, le dijo al caballo:
- Toma una parte de mi carga si te interesa mi vida.
El caballo haciéndose el sordo no dijo nada y el asno cayó víctima de la fatiga, y murió allí mismo.
Entonces el dueño echó toda la carga encima del caballo, incluso la piel del asno. Y el caballo, suspirando dijo:
- ¡Qué mala suerte tengo! ¡Por no haber querido cargar con un ligero fardo ahora tengo que cargar con todo, y hasta con la piel del asno encima!
Cada vez que no tiendes tu mano para ayudar a tu prójimo que honestamente te lo pide, sin que lo notes en ese momento, en realidad te estás perjudicando a ti mismo.

martes, 24 de febrero de 2015

VECINA MARAVILLOSA



La hermosa vecina (que esta divorciada) llama a la puerta de un vecino y le dice, mira, acabo de llegar y estoy con unas ganas locas de divertirme, salir a bailar, hacer el amor sin parar en todas las posiciones durante toda la noche..... ¿Estas acupado esta noche? Él dice, ¡¡claro que no!!... Entonces ¿Me puedes cuidar al niño?.  

Taxista




Un tipo toma un taxi y le dice al chófer:
- Señor, por favor apáguese la radio, ya que mi religión no me permite escuchar música porque en el tiempo del profeta no había música ni radio.
El taxista, lo ve medio enojado y apaga la radio, prende un cigarrillo, y el tipo, le toca el hombro
- Señor, por favor apague el cigarrillo, mi religión no tiene vicios, ya que el profeta no tenía ningún vicio.
El taxista enojado detiene el auto, se baja y abre la puerta del pasajero… El tipo intrigado, le pregunta:- ¡Oiga! ¿Qué hace usted?
- Bájese del taxi, en el tiempo de tu profeta no habían taxis, ¡así que se baja de mi auto y espera un camello por idiota.

un cuento… muy verde




Había una vez un duendecito verde, que vivía en un bosque verde, en una casita verde con verde chimenea. Le encantaban sus matas verdes, su cerca verde y los cuentos verdes muy verdes. Una noche, después de un día perramente verde, verde de la piedra se dispuso a descansar. Tomó uno de sus libros verdes de la librera verde, se sentó en su sillón verde e inició su verde lectura para relajarse verdemente. De repende, en medio de la noche verde, tres golpes verdes en su puerta verde interrumpieron el verde silencio del bosque….
toc, toc, toc
- Quién es?? – preguntó verde del susto el duendecito verde. Pero nadie respondió.
toc, toc, toc
- QUIÉN ES??!!! – gritó. -Quién osa interrumpir mi momento verde??!!!
Se bajó del sillón, metió sus piecitos verdes en las pantuflas… que adivinen de qué color eran, y caminó hasta la puerta verde. Temblando de lo verde abrió la puerta verde un poquitico y se asomó.
Frente a el, encontró una carita sorprendida de un duendecito rojo,  que rojo de verguenza exclamó:
- Perdón! creo que me equivoqué de cuento! 

La nube avariciosa



Érase una vez una nube que vivía sobre un país muy bello. Un día, vio pasar otra nube mucho más grande y sintió tanta envidia, que decidió que para ser más grande nunca más daría su agua a nadie, y nunca más llovería.
Efectivamente, la nube fue creciendo, al tiempo que su país se secaba. Primero se secaron los ríos, luego se fueron las personas, después los animales, y finalmente las plantas,hasta que aquel país se convirtió en un desierto. A la nube no le importó mucho, pero no se dio cuenta de que al estar sobre un desierto, ya no había ningún sitio de donde sacar agua para seguir creciendo, y lentamente, la nube empezó a perder tamaño, sin poder hacer nada para evitarlo.

La nube comprendió entonces su error, y que su avaricia y egoísmo serían la causa de su desaparición, pero justo antes de evaporarse, cuando sólo quedaba de ella un suspiro de algodón, apareció una suave brisa. La nube era tan pequeña y pesaba tan poco, que el viento la llevó consigo mucho tiempo hasta llegar a un país lejano, precioso,donde volvió a recuperar su tamaño.
Y aprendida la lección, siguió siendo una nube pequeña y modesta, pero dejaba lluvias tan generosas y cuidadas, que aquel país se convirtió en el más verde, más bonito y con más arcoiris del mundo.

Los dos hermanos




Dos hermanos, Juan y Pedro, mantenían una buena relación pero nunca se veían. un día, el primero de ellos se encontró con un amigo común que le dijo que Pedro no le iban bien la cosas y su mujer estaba muy enferma y no podía cuidar a sus hijos como querría. Viendo la gravedad del asunto, Juan hizo las maletas y se presento por sorpresa en casa de Pedro.
 Cuando llegó, se dieron un fuerte abrazo y Juan le contó que se había quedado sin hogar por culpa del incendio y que le habían despedido del trabajo, por lo que pedía que le acogiese en casa. Él le pagaría por ello y además, cuidaría de sus hijos.Así las cosas, Pedro pudo dedicarse de lleno al trabajo y, como era un profesional, pronto ascendió a un cargo muy bien remunerado. Por su parte, la mujer se restableció y volvió a ser la ama de casa ejemplar.
 Resueltos los problemas, Pedro le dijo a su hermano que ya le cobraría y le buscaría un buen empleo. La respuesta de éste le dejó descolocado: "en realidad, no me hace falta el dinero, porque soy millonario. Si te hubiese ayudado económicamente no habrías valorado lo que te ha costado recuperarte, puesto que lo que se consigue sin esfuerzo se pierde rápidamente"

La ceguera del triunfo


El león estaba tranquilamente dormitando bajo uno de los pocos árboles que quedaban en la sabana cuando cuando un insolente mosquito interrumpió su siesta. El insecto quería retarle a un enfrentamiento y el felino, cada vez más enfadado, aceptó para quitárselo de encima cuanto antes.
El mosquito no le dejó ni reaccionar y empezó a picarle sin parar, ahora en la cola, ahora en las orejas, ahora en el morro...
Por su parte, el león sacaba toda su fiereza en cada zarpazo intentando espantar al endiablado insecto, aplastarlo contra el suelo o atraparlo, por fin entre sus fauces.
Pero todos los esfuerzos del rey de la jungla fueron en vano, porque su cuerpo acabó hinchado como una bota por el veneno de las numerosas picaduras. Aturdido y avergonzado, aceptó su derrota mientras el voraz mosquito, henchido de orgullo y de sangre haciendo alarde poco disimulado de su victoria, se alejó del lugar bajo los efectos de la ceguera del triunfo.
Como estaba en una nube, el insecto se descuidó y, sin darse cuenta, cayó en una gran  telaraña. La araña, al verlo, se relamió de placer con el festín que se iba a dar. Y, es que en la vida, los grandes éxitos no deben hacernos perder de vista lo fácil que podemos perder todo por un pequeño error.

El amor y el tiempo



Había una vez una isla muy linda y de naturaleza indescriptible, en la que vivían todos los sentimientos y valores del hombre; El Buen Humor, la Tristeza, la Sabiduría… como también, todos los demás, incluso el AMOR.
Un día se anunció a los sentimientos que la isla estaba por hundirse.
Entonces todos prepararon sus barcos y partieron. Únicamente el AMOR quedó esperando solo, pacientemente, hasta el último momento.
Cuando la isla estuvo a punto de hundirse, el AMOR decidió pedir ayuda.
La riqueza pasó cerca del AMOR en una barca lujosísima y el AMOR le dijo: “Riqueza… ¿me puedes llevar contigo?” – No puedo porque tengo mucho oro y plata dentro de mi barca y no hay lugar para ti, lo siento, AMOR…
Entonces el Amor decidió pedirle al Orgullo que estaba pasando en una magnifica barca. “Orgullo te ruego… ¿puedes llevarme contigo?
No puedo llevarte AMOR… respondió el Orgullo: – Aquí todo es perfecto, podrías arruinar mi barca y ¿Cómo quedaría mi reputación?
Entonces el AMOR dijo a la Tristeza que se estaba acercando: “Tristeza te lo pido, déjame ir contigo”. – No AMOR… respondió la Tristeza. – Estoy tan triste que necesito estar sola.
Luego el Buen Humor pasó frente al AMOR, pero estaba tan contento que no sintió que lo estaban llamando.
De repente una voz dijo: “Ven AMOR te llevo conmigo”. El AMOR miró a ver quien le hablaba y vio a un viejo.
El AMOR se sintió tan contento y lleno de gozo que se olvidó de preguntar el nombre del viejo.
Cuando llegó a tierra firme, el viejo se fue. El AMOR se dio cuenta de cuanto le debía y le pregunto al Saber: “Saber, ¿puedes decirme quien era este que me ayudo?”.
-“Ha sido el Tiempo”, respondió el Saber, con voz serena.
-¿El Tiempo?… se preguntó el AMOR, ¿Por qué será que el tiempo me ha ayudado?
Porque solo el Tiempo es capaz de comprender cuan importante es el AMOR en la vida.

lunes, 16 de febrero de 2015

La gata encantada

Dedicada a la gata que más quise y que se fue hoy, para ti Miss



Erase un príncipe muy admirado en su reino. Todas las jóvenes casaderas deseaban tenerle por esposo. Pero el no se fijaba en ninguna y pasaba su tiempo jugando con Zapaquilda, una preciosa gatita, junto a las llamas del hogar.
Un día, dijo en voz alta:
 
Eres tan cariñosa y adorable que, si fueras mujer, me casaría contigo.
 
En el mismo instante apareció en la estancia el Hada de los Imposibles, que dijo:
 
Príncipe tus deseos se han cumplido
 
 El joven, deslumbrado, descubrió junto a el a Zapaquilda, convertida en una bellísima muchacha.
 
 Al día siguiente se celebraban las bodas y todos los nobles y pobres del reino que acudieron al banquete se extasiaron ante la hermosa y dulce novia. Pero, de pronto, vieron a la joven lanzarse sobre un ratoncillo que zigzagueaba por el salón y zampárselo en cuanto lo hubo atrapado.
 
 El príncipe empezó entonces a llamar al Hada de los Imposibles para que convirtiera a su esposa en la gatita que había sido. Pero el Hada no acudió, y nadie nos ha contado si tuvo que pasarse la vida contemplando como su esposa daba cuenta de todos los ratones de palacio.

La parabola del amor




"Parábola del amor"
"Te moldearé", le dijo el hacha al pedazo de hierro mientras descendía con toda su fuerza sobre uno de sus costados.
Pero a cada golpe que le daba iba perdiendo su filo, hasta que después de un rato aquella herramienta no pudo más, había quedado completamente obtusa.
"Déjenmelo a mí", repuso el serrucho mientras clavaba sus dientes en el pedazo de hierro, los cuales fueron desapareciendo uno por uno.
"Yo me encargaré de modelarlo", expresó con arrogancia el martillo, mientras se burlaba de sus compañeros que habían fracasado. Pero después de varios golpes se le quebró el mango y se le desprendió la cabeza.
"¿Me permiten probar?, pregunto humildemente una pequeña llama. Los tres se rieron a carcajadas, pero se lo permitieron porque estaban convencidos de que también iba a fracasar. Sin embargo, aquella llamita cubrió el pedazo de hierro; no se desprendió de él, lo abrazó y lo abrazó hasta volverlo blando y darle la figura que quería.
Aquella pequeña llama logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron alcanzar. Así es el amor.
Hay en el mundo corazones tan duros que pueden resistir los hachazos de la ira, los dientes del rencor, y los golpes de orgullo y del rechazo, pero por más severo que sea el corazón de la persona, no podrá resistir los embates del amor; porque el amor es la fuerza más poderosa de este mundo...

Los tres ultimos deseos



Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:

  • Que su ataúd fuese llevado en hombros y transportado por los propios médicos de la época.
  • Que los tesoros que había conquistado (plata, oro, piedras preciosas... ), fueran esparcidos por el camino hasta su tumba, y...
  • Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, y a la vista de todos.

Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones.

Alejandro contestó al general:
  • Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen, ante la muerte, el poder de curar.
  • Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí permanecen.
  • Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías partimos.

El tesoro más preciado





Erase  una  vez  un  rey  apuesto  y  ejemplar  en  su  comportamiento  que  muchas  cortesanas  del lugar  querían  conquistar, pero  él  sólo  las  veía como  seres  ambiciosos  y  frívolos.
Un  día,  anunció  que  había  llegado  el  momento  de  escoger  a  su  consorte  y  que  la  que  le  trajese  el  tesoro  más  valioso  se  convertiría  en  su  esposa  y  reina  de  todos  sus  súbditos.
Los  salones  de  palacio  empezaron  a  llenarse  de  ricos  objetos  de  oro  y  plata,  enormes  piedras  preciosas  engarzadas  en  joyas  incomparables,  finas  porcelanas  jamás  vistas....
Ninguno  de  esos  presentes  llamaron  la  atención  del  monarca,  pero,  de  pronto,  llegó
ante  él  una  humilde  muchacha  con  las  manos 
vacías.  Mi  señor,  no  dispongo  de  riquezas, lo 
único  que  puedo  ofreceros  es  mi  tiempo.
Tiempo  para  amaros,  para  escucharos  y  respetaros.  Tiempo  para  estar  junto  a  vos  en 
los  buenos  momentos  y  en  los  malos;  dijo  la
joven.
Estas  palabras  conmovieron  tanto  al  rey,  que 
decidió  casarse  con  la  muchacha.  
Y  para  anunciarlo,  dijo:  Todas  intentaron  
deslumbrarme  con  bienes  materiales  que  el  
dinero  puede  comprar.  Pero  sólo  esta  joven  
supo  ofrecerme  el  bien  más  simple  y  preciado 
su  propio  tiempo.
Por  eso,  no  lo  dudemos  ni  un  instante  y  regalemos  nuestro  tiempo  a  quienes  más  
queremos.

El punto negro




Cierto día, un profesor entra al salón de clases y le dice a los alumnos, que se preparen para una prueba sorpresa.

 Todos se pusieron nerviosos, asustados por el examen que vendría, mientras el profesor iba entregando la hoja del examen con la parte frontal para abajo, de modo que no vieran lo que contenía hasta él decir en que constaba la prueba.
 Una vez que entregó todas las hojas, les pidió que den vuelta la hoja y vean el contenido. Para sorpresa de todos era una hoja en blanco que tenía en el medio un punto negro. Viendo la cara de sorpresa de todos sus alumnos, el profesor les dijo:
Ahora van a escribir una redacción sobre lo que están viendo.
Todos los jóvenes, confundidos, se pusieron a pensar y a escribir sobre lo que veían.
Terminado el tiempo, el maestro recoge las hojas, las coloca en el frente del escritorio y comienza a leer las redacciones en voz alta.
 Todas, sin excepción se referían al punto negro de diferentes maneras.
 Terminada la lectura, el profesor comenzó a hablar de la siguiente manera: 
Este test no es para darles una nota, les servirá como lección de vida. Nadie habló de la hoja en blanco, todos centraron su atención en el punto negro. Esto mismo pasa en nuestra vida, en ella tenemos una hoja en blanco entera, para ver y aprovechar, pero nos centramos en los puntos negros.
 La vida es un regalo de la naturaleza, nos es dada con cariño y amor. Siempre tenemos 
obrados motivos para festejar, por su  renovación, por los amigos que nos apoyan, el empleo que nos da el sustento, los milagros que suceden diariamente, y no obstante  insistimos en mirar el punto negro, ya sea el problema de salud que nos afecta, la falta de dinero, la difícil relación con un familiar, la  decepción con un amigo...
 Los puntos negros son mínimos en comparación  con todo lo que diariamente obtenemos, pero ellos ocupan nuestra mente,  en todo momento.
 Hay motivos para ser felíz, no os obsesionéis con las desgracias y los fracasos.